Cercana la fecha del comienzo de los XXX Juegos Olímpicos, Londres se anuncia desde ya como testigo de grandes sorpresas.
La capital británica vive notable transformación. Será una ciudad inteligente y contará con redes de wifi gratuitas… hasta cestos de basura con pantallas LCD interactivas; y la creación de la Mac’Donalds gigante, para que sea degustada por más de mil 500 comensales.
Otra curiosa noticia acapara la atención mundial: la inclusión, por vez primera, de un atleta discapacitado, el surafricano Oscar Pistorius.
Sin embargo, la instalación del sistema de misiles Rapier y otros de alta velocidad en el techo de diversas áreas deportivas y en terrazas de edificios residenciales ha sido la mayor y más controvertida atracción, presentada para supuestamente proteger al evento ante un posible atentado del grupo Al Qaeda.
El gobierno ya identificó cinco lugares donde colocar los citados proyectiles. Lexington Building, en el barrio de Tower Hamlets, y el Fred Wigg Tower, en Waltham Forest, ambos en la zona este de Londres, junto al Blackheath Common, el Oxleas Wood y el William Girling Reservoir, espacios verdes del sureste de la ciudad, son los sitios escogidos para concretar tan absurda decisión.
La instalación forma parte de la llamada operación Guardián Olímpico, gran suceso en el cual intervienen más de 13 mil 500 soldados junto a miles de policías y guardias que circularán por la ciudad.
Philip Hammond, ministro de Defensa, dijo en conferencia de prensa que “los Juegos Olímpicos y Paralímpicos supondrán importante misión de defensa en 2012″.
Y agregó: “Gran parte de este ejercicio de seguridad será visto por la población y espero tenga el efecto de tranquilizar a la gente, e indicarles que se hace todo lo posible por mantener la seguridad”.
Para colmo, el primer ministro británico David Cameron, autorizó el derribo de cualquier avión de pasajeros que se sospeche pueda estar secuestrado o fuera de su espacio aéreo, decisión severamente criticada por los vecinos de la ciudad, quienes elevaron su protesta ante los tribunales para solicitar el retiro de los misiles.
Los londinenses dudan. El temor de las personas es que el disparo de esos proyectiles afecte al este de la capital, pues los restos se esparcirían por varias localidades.
El gobierno británico, para calmar los ánimos, afirmó que esos sistemas de plataformas de misiles tierra-aire serán supervisados por fuerzas policiales durante todo el desarrollo de la cita olímpica.
No obstante, aunque las armas estén bajo custodia permanente, no se puede apelar a la confianza ciega en el hombre, porque el simple error destruiría toda la zona y causaría la muerte a miles de personas.
Históricamente los Juegos Olímpicos han sido encuentros donde los atletas miden sus fuerzas y luchan entre sí en ambiente sano y pacífico de competencia, pero los funcionarios ingleses se empeñan en ver un aspecto peligroso.
Nunca antes había acontecido hecho similar. Claramente, con esa actitud las autoridades sajonas no llaman a la paz mundial.
La postura que han adoptado lejos de despejar el temor del público, y de los deportistas de diversas regiones del mundo allí reunidos, acrecienta la inseguridad.
Esa decisión coloca a los venideros Juegos Olímpicos de Londres ante el riesgo de ser recordados no por la calidad de sus instalaciones ni por el espectáculo que de seguro brindarán, sino por el arriesgado empeño de Gran Bretaña en demostrar su condición de potencia mundial en la industria armamentista. (Hitchman Powell Escalona, AIN)
La capital británica vive notable transformación. Será una ciudad inteligente y contará con redes de wifi gratuitas… hasta cestos de basura con pantallas LCD interactivas; y la creación de la Mac’Donalds gigante, para que sea degustada por más de mil 500 comensales.
Otra curiosa noticia acapara la atención mundial: la inclusión, por vez primera, de un atleta discapacitado, el surafricano Oscar Pistorius.
Sin embargo, la instalación del sistema de misiles Rapier y otros de alta velocidad en el techo de diversas áreas deportivas y en terrazas de edificios residenciales ha sido la mayor y más controvertida atracción, presentada para supuestamente proteger al evento ante un posible atentado del grupo Al Qaeda.
El gobierno ya identificó cinco lugares donde colocar los citados proyectiles. Lexington Building, en el barrio de Tower Hamlets, y el Fred Wigg Tower, en Waltham Forest, ambos en la zona este de Londres, junto al Blackheath Common, el Oxleas Wood y el William Girling Reservoir, espacios verdes del sureste de la ciudad, son los sitios escogidos para concretar tan absurda decisión.
La instalación forma parte de la llamada operación Guardián Olímpico, gran suceso en el cual intervienen más de 13 mil 500 soldados junto a miles de policías y guardias que circularán por la ciudad.
Philip Hammond, ministro de Defensa, dijo en conferencia de prensa que “los Juegos Olímpicos y Paralímpicos supondrán importante misión de defensa en 2012″.
Y agregó: “Gran parte de este ejercicio de seguridad será visto por la población y espero tenga el efecto de tranquilizar a la gente, e indicarles que se hace todo lo posible por mantener la seguridad”.
Para colmo, el primer ministro británico David Cameron, autorizó el derribo de cualquier avión de pasajeros que se sospeche pueda estar secuestrado o fuera de su espacio aéreo, decisión severamente criticada por los vecinos de la ciudad, quienes elevaron su protesta ante los tribunales para solicitar el retiro de los misiles.
Los londinenses dudan. El temor de las personas es que el disparo de esos proyectiles afecte al este de la capital, pues los restos se esparcirían por varias localidades.
El gobierno británico, para calmar los ánimos, afirmó que esos sistemas de plataformas de misiles tierra-aire serán supervisados por fuerzas policiales durante todo el desarrollo de la cita olímpica.
No obstante, aunque las armas estén bajo custodia permanente, no se puede apelar a la confianza ciega en el hombre, porque el simple error destruiría toda la zona y causaría la muerte a miles de personas.
Históricamente los Juegos Olímpicos han sido encuentros donde los atletas miden sus fuerzas y luchan entre sí en ambiente sano y pacífico de competencia, pero los funcionarios ingleses se empeñan en ver un aspecto peligroso.
Nunca antes había acontecido hecho similar. Claramente, con esa actitud las autoridades sajonas no llaman a la paz mundial.
La postura que han adoptado lejos de despejar el temor del público, y de los deportistas de diversas regiones del mundo allí reunidos, acrecienta la inseguridad.
Esa decisión coloca a los venideros Juegos Olímpicos de Londres ante el riesgo de ser recordados no por la calidad de sus instalaciones ni por el espectáculo que de seguro brindarán, sino por el arriesgado empeño de Gran Bretaña en demostrar su condición de potencia mundial en la industria armamentista. (Hitchman Powell Escalona, AIN)